La parte final de la subida a una montaña puede tener varias formas o topografías, y por eso mismo, distintos nombres. Se suele llamar caracol al último tramo de un sendero en el que a veces, después de haber caminado por horas, hay que subir a medias andando y a medias trepando y apoyándose en piedra suelta, resbaladiza, ganando altura en forma abrupta y haciendo zig-zag. Pero caracol, por algún motivo, es una palabra que no suena (al menos para esto). El filo de una montaña también es eso, uno de los lugares donde describir ese zigzag, la parte angosta, como la hoja de un cuchillo, con la que la montaña corta el cielo, y ahí también hay pendiente y a veces piedra suelta y pedregullo, por lo que hay que andar con cuidado. En este taller de ocho encuentros la idea es hacer esa parte del camino: ganar altura a buen ritmo para obtener después la recompensa de ver mejor desde el punto de llegada, de estar solos, de respirar aire fresco, de tener un poema que nos de ganas de leer. La propuesta es generar un avance y potenciación marcados en la escritura de quienes asistan, llevando los textos a su mejor forma posible y/o terminándolos para darlos a conocer.
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